"Dios mío, de
día clamo, y no respondes,
también de noche, no
hay silencio para mí". (sal 22,3)
Vivimos en un planeta que
gira, el sol marca los días y la luna la noche; el trabajo y el descanso el
ruido y el silencio. Es necesario
que todo tenga movimiento, porque sin movimiento nada tendría vida. Las abejas buscan el polen y potencian la polinización, el pez busca su alimento, los polluelos del aguilucho pían hasta que sus padres les traigan el alimento para crecer, ¿y el hombre? El hombre, en nuestra sociedad, trabaja, busca su deseo y necesidad, convive con su pareja, o en su comunidad cristiana, y este movimiento puede provocar que el ruido de la vida se implante en la mente y puede desplazar el mayor concepto que puede poseer un hombre y es el sentirse hijo de Dios, del Creador de todo lo que percibimos por nuestros sentidos.
que todo tenga movimiento, porque sin movimiento nada tendría vida. Las abejas buscan el polen y potencian la polinización, el pez busca su alimento, los polluelos del aguilucho pían hasta que sus padres les traigan el alimento para crecer, ¿y el hombre? El hombre, en nuestra sociedad, trabaja, busca su deseo y necesidad, convive con su pareja, o en su comunidad cristiana, y este movimiento puede provocar que el ruido de la vida se implante en la mente y puede desplazar el mayor concepto que puede poseer un hombre y es el sentirse hijo de Dios, del Creador de todo lo que percibimos por nuestros sentidos.
Sabemos que el hombre vive,
como se suele decir hoy, para trabajar y no trabaja para vivir; el hombre cubre
sus necesidades esenciales y no se deben de crear necesidades para complacerse;
el hombre como persona deja de ser menos persona cuando se centra en las cosas
del mundo, imposibilitando potenciar sus capacidades esenciales: la persona como
ser humano, necesita el tú de las relaciones personales para crecer en sus
diferentes dimensiones: social, sentimental, emocional, religioso, de pareja,
con la naturaleza, con Dios. Ya nos lo dice Jesús: " Buscad
primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura"
(Mt 6,33), pues para esto también nos dice: " Por
eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por
vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y
el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni
cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No
valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más
que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? Y del vestido,
¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se
fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió
como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa
al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de
poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos
a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los
gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo
eso. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo.
Cada día tiene bastante con su propio mal. (Mt 6,25-32.34). Pienso y creo hermanos que
el hombre debe de bajar de ese tren que se encuentra en marcha y a alta
velocidad, debe de centrarse y encontrarse consigo mismo para encontrarse con
Dios, en Dios y el prójimo. Para ello propongo el silencio, aquel gran
desconocido y desestimado.....
¿Quién de nosotros al llegar
la noche, va a su habitación para dormir y al apagar la luz, no se recrea en el
silencio? "por fin silencio" podemos decir; por fin el descanso
nocturno. Podemos aprovechar este silencio al máximo recreándonos en él, o
podemos dormirnos rápidamente porque el silencio me crea respeto y miedo,
porque el silencio me invita a pensar: ¿Quién soy yo?, ¿Qué sentido tiene lo
que soy y lo que hago? ¿De dónde venimos? ¿Qué sentido tiene la vida? ¿y tu
vida? ¿Qué hay más allá de la muerte? ¿Qué será de mi vida dentro de algunos
años? ¿Sientes que las relaciones te constituyen? ¿Qué dificultades encuentras
con alguna hermana/o de la comunidad?
En el silencio podemos
encontrar a Dios porque Dios es silencio. Dios calla especialmente en nuestros
momentos más difíciles: Dios calla cuando Abrahám tiene que atravesar el
territorio para ir a Canaán (cf. Gn 12,1ss.); Dios calla cuando no encuentran
posada (cf. Lc 2,7); Dios calla cuando José toma a María para ir con urgencia a
Egipto (cf. Mt 2,13-14); Dios calla cuando María no encuentra a su Hijo en la caravana
(cf. Lc 2,43-44); Dios calla en el huerto de Getsemaní ( cf. Mt,26-36ss.), Dios
calla en la cruz (cf. Mt 27,46).
Dios es silencio y el
silencio se apodera de nosotros como temor y como reposo ¿qué puede hacer el
hombre para serenarse y reencontrarse? Podemos pensar en un primer
momento que recrearse en el silencio es recrearse en Dios mismo. Que Dios calle
no quiere decir que no perciba nuestra alegría, pasión, sufrimiento o pena, que
no se preocupe, que no vierta su medida de Amor y de Gracia por ti, porque Dios
es un Padre responsable con sus hijos y a todos quiere por igual, a ninguno
desecha porque "amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces,
pues, si algo odiases, no lo habrías hecho. Y ¿cómo habría permanecido algo si
no hubieses querido? ¿Cómo se habría conservado lo que no hubieses llamado? Mas
tú con todas las cosas eres indulgente, porque son tuyas, Señor que amas la
vida" (Sb 11,24-26).
En el silencio de la noche,
en al contemplar un crucifijo, las estrellas, el ruido del golpeo de las olas
en la orilla, escuchar las gotas de lluvia al caer y romper contra el tejado,
la plaza o la calle,... cuando nos apartamos del bullicio y ajetreo del trabajo
a un lugar apartado, son momentos de descanso, de reparación, de cicatrización
de heridas pasadas, de escuchar a Dios con nosotros en el silencio, ¡qué
paradoja! Escuchar a Dios en el silencio y por el silencio.
¿Podríamos decir que Dios es
silencio? ¿Quién lo sabe? No vamos muy mal encaminados si pensamos que su voz es
especialmente la del Hijo, su Palabra encarnada que es la misma divinidad y
esencia de Dios en la segunda persona de la Santísima Trinidad. Aunque como
Dios Padre puede tomar la iniciativa porque es Dios, puede mostrarse, como en
el bautismo de Jesús por parte de Juan el bautista: "Este es mi Hijo
amado, en quien me complazco" (Mt 3,17) o en el monte Tabor "Este es
mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle" (Mt 17 1-6).
Por otra parte hermanos
todos, ¿qué existía antes de la creación del universo? Solo nos podemos acercar
al silencio para nuestro entendimiento científico o humano. Por lo que Dios es
silencio y en el silencio podemos encontrar a Dios mismo. Dios nos puede hablar
por el silencio.
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