Estimados amig@s del blog, paz
y bien:
Después de verse publicado al
Pueblo de Dios la XIII
Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos dedicado
al tema: "La nueva evangelización para la trasmisión de la fe”, podemos
presentar algunas pero breves visiones que a mi parecer se dan en dicho
mensaje.
En primer lugar el mensaje está
destinado a todo el pueblo de Dios con un lenguaje fácil de entender, aunque
abusa de teorías sabidas; sí es cierto que la práctica es muy difícil de dictar pues existen multitud de
culturas, ambientes, situaciones, países, y un largo etc. que no abría libro
que mostrara tal exactitud para una ciudad, una parroquia, una persona o colectivo
de personas.
El pasaje de fondo y del cual
se enfoca todo el documento es el encuentro entre Jesús y la samaritana en el
pozo de Jacob. "Hoy son muchos los pozos que se ofrecen a la sed del
hombre, pero conviene hacer discernimiento para evitar aguas contaminadas. Es
urgente orientar bien la búsqueda, para no caer en desilusiones que pueden ser
ruinosas", nos dice el primer punto del mensaje. Jesús se presenta como la
fuente y el agua donde las personas pueden encontrar todo hondo deseo de
encuentro consigo mismo y con Dios. Jesús ofrece un estilo de vida diferente a
como lo presenta el mundo, como lo concebía la samaritana. En ese pequeño
encuentro, pero intenso, con Jesús, ella se convierte tras las palabras de
Aquel que le ofrece el agua de la vida, es decir, a Él mismo. La samaritana
pasa después a ser portadora del mensaje de salvación en el pueblo donde vivía;
el pueblo se convierte y asiente las palabras de Jesús en su encuentro, y
dicen: "ya no creemos por lo que tú has dicho; nosotros mismos lo hemos
oído y sabemos que él es verdaderamente el Salvador del mundo". Ya
lo que escucharon de oídas se ha realizado ante sus ojos, pero no como
algo ajeno a ellos, sino desde el interior, desde una actitud de fe que afirman
su "creo" y "siento-vivo" en la persona de Jesús.
Para ello, el Sínodo, acelera
la tarea de hacer accesible el encuentro de las personas con Jesús, como agua
viva y fuente que salta hasta la vida eterna. En el desierto, que nos
encontramos en ocasiones en nuestra vida, y mucho más para aquellos que se han
perdido o no Le conocen, sabemos y debemos de hacer saber que el único oasis al
que el hombre puede aferrarse es Jesús, el agua que salta hasta la vida eterna
y nunca tendremos más sed, el camino, la verdad y la vida. No se trata de
inventar nuevas estrategias, como si el Evangelio fuera un producto para poner
en el mercado de las religiones, nos dicen, pero sí se debe hacer una oferta
en los distintos campos que el cristiano vive como: la familia, el trabajo, la política,
la economía, la misma Iglesia, la cultura, el ecumenismo, etc. Para ello se
presenta una serie de ejemplos providentes entre Jesús y aquellos a los que
experimentaron con Él un encuentro, una conversión y un seguimiento: Pedro,
Andrés, Santiago, Juan, Tomás, Zaqueo, Marta y María, Nicodemo, el ciego de
nacimiento, etc.
Todos sabemos que el camino de encuentro, conversión y seguimiento es
complejo para cada persona, pues todas tenemos una historia, una madurez, unas
influencias directas e indirectas; familiar, escolar, cultural, territorial, religioso,
económico… pero que a la vez la gracia de Dios persiste siempre en aquellos que
le buscan con sincero corazón, y aún aquellos que no saben buscar ni tienen
interés por encontrarlo, Dios se hace el encontradizo siempre, especialmente en
las necesidades que éstos sufren en ese desierto que la persona se encuentra
con frecuencia en la vida.
Para terminar y no ser muy
extenso, cito a Juan Martín Descalzo en su artículo: “La situación religiosa de los jóvenes en Europa”. Ensayo de
interpretación y propuestas de acción, en Misión Joven, nº363, abril 2007. “La mayor parte de las propuestas pastorales que intentan
responder a la actual situación, sobre todo en relación con los jóvenes, vienen
proponiendo un cambio de modelo, de la transmisión bajo la forma de la
herencia, a la transmisión bajo la forma de la propuesta de la fe. Hasta hace
poco, podríamos resumir, la pastoral más frecuente partía del supuesto de la
condición creyente de los miembros de la Iglesia y, en relación con ellos, se proponía el
mantenimiento de esa fe mediante la práctica del culto y de la vida cristiana. En relación con los alejados o los no
creyentes, dando por supuesta la condición de creyentes de las comunidades
cristianas, los proyectos de evangelización se proponían una serie de acciones
de las mismas tendentes a atraer a esos alejados al seno de la Iglesia. Este tipo
de pastoral viene proponiendo desde hace casi un siglo medios y métodos
evangelizadores, desde la acción católica
hasta la nueva evangelización,
que no han conseguido su objetivo, sobre todo porque no han conseguido “poner
en estado de misión” a las Iglesias de Europa.
El
estancamiento de la evangelización, a pesar de los muchos esfuerzos y proyectos
desarrollados a lo largo del siglo pasado, hace
pensar que las comunidades cristianas no evangelizamos, porque sus miembros no
estamos evangelizados; no
evangelizamos, porque no somos testigos, y no somos testigos porque no ejercitamos personalmente nuestra
condición de creyentes. De ahí que se imponga un giro en la acción pastoral que ponga en el centro
de la misma las acciones orientadas a la recuperación y el ejercicio de la fe por parte de los que nos consideramos
cristianos. Dado este paso, todo nos hace pensar que no serían necesarias
las exhortaciones apremiantes al ejercicio de la evangelización. Porque, como
sugieren los símbolos evangélicos de la luz y de la sal, éstas sólo necesitan
ser lo que son para iluminar y sazonar; y los
creyentes y sus comunidades no tendrían más que ser efectivamente creyentes,
para ser testigos, como muestran la respuesta de los Apóstoles a las
autoridades de Jerusalén que les habían prohibido extender el nombre de Jesús:
“Lo que hemos visto y oído no lo podemos callar” (Hch 4,20) y la exclamación de
Pablo: “!Ay de mí si no evangelizo” (1Cor 9,16)”.
Con
esto hermanos y hermanas, quiero resumir que la teoría empieza desde la
vivencia particular entre Jesucristo y cada uno de nosotros, especialmente por
aquellos que tenemos la obligación responsable como los obispos, sacerdotes y
religiosos, de trasmitir con fidelidad desde la experiencia interior de vida
fiel que nos llevaría a exteriorizar lo que se vive interiormente. Por mucho
que “inventemos” o sigamos directrices ya planteadas, si no somos portadores vivos del Evangelio, la Buena Noticia de
Jesús, la fe terminará por reducirse a la mínima expresión. Dios necesita
hombres y mujeres valientes que den su vida por el Evangelio, la Palabra de Dios, al mismo
Jesús, siendo otros cristos, como hicieron muchísimos hermanos nuestros entre
los siglos I hasta principios del IV derramando su sangre por Cristo y el
Evangelio expresando su fe. ¿Estamos más perseguidos que nuestros primeros
hermanos en la fundación de la
Iglesia ? ¿Es más difícil de trasmitir nuestra fe hoy que en
dichos primeros siglos? ¿Es más difícil vivir el Evangelio hoy que en las
primeras comunidades cristianas sabiendo que eran perseguidos hasta la pena de
muerte? ¿Dónde hemos centrado nuestra Fe? ¿Qué nos obstaculiza? Podríamos
hacernos más preguntas de este tipo. Nada hay lejos y difícil si seguimos con
sincero corazón al creador, nuestro Padre Dios, a su Hijo, el Amor encarnado,
al Espíritu Santo consejero y consolador.
"¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede
estar en contra nuestra? El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo
entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con
él, todas las cosas? ¿Quién acusará a los que Dios ha escogido? Dios es el que
justifica. ¿Quién condenará? Cristo Jesús es el que murió, e incluso resucitó,
y está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Quién nos apartará del
amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la
indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito: «Por tu causa siempre
nos llevan a la muerte; ¡nos tratan como a ovejas para el matadero!» Sin
embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues
estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los
demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo,
ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha
manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor" (Rm 8,31-39).
Estimados herman@s, hasta pronto, seguiremos promoviendo la evangelización, desde nuestros
lugares de origen para el bien de la
Iglesia y para gloria de Dios. Nos mantenemos firmes en la unidad como hermanos e hijos adoptivos de
Dios en común comunión con nuestro querido Padre del cielo, su divino Hijo y el
Espíritu Santo paráclito, con el vínculo especialísimo de nuestra querida Madre
la Virgen María.
Hno. Raúl
No hay comentarios:
Publicar un comentario